La biopsia de próstata constituye el procedimiento diagnóstico más preciso para confirmar o descartar la presencia de cáncer prostático, considerado el tumor maligno más frecuente en varones y una de las principales causas de mortalidad masculina. Está indicada en pacientes con niveles elevados o en ascenso de antígeno prostático específico (PSA), hallazgos anormales en el tacto rectal o lesiones sospechosas detectadas en la resonancia magnética multiparamétrica.
Las técnicas más empleadas son la biopsia transrectal y la transperineal, ambas guiadas por ecografía, que permiten obtener cilindros de tejido representativos de diferentes zonas de la glándula. El análisis histopatológico de estas muestras confirma la presencia de células malignas y establece el grado de agresividad del tumor mediante la escala de Gleason, herramienta clave para la estratificación de riesgo y la planificación terapéutica.
Si bien se trata de un procedimiento seguro, pueden presentarse efectos secundarios leves como hematuria, rectorragia, hematospermia o infecciones urinarias, por lo que se recomienda una adecuada profilaxis antibiótica y seguimiento clínico posterior.
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